Jamás me hubiera creído, si me lo hubieran contado años o meses antes, que me sentiría atraída por otra mujer. Yo, heterosexual de pies a cabeza, con una lista de conquistas nada desdeñable me empezaba a poner nerviosa ante la presencia de ella…
Tan guapa como descuidada con su aspecto, llevaba coleta la mitad de los días por no arreglarse el pelo probablemente y se ponía algo de rimmel, lo que hacía sus preciosos ojos castaños aún más grandes. No era una fan de la moda, llevaba siempre conjuntos, muy bonitos; pero siempre repetidos.
Me encantaría llevarla de compras y poder disfrutar de ver su pequeño y delicioso cuerpo ceñido por ropa mucho más ajustada de la que solía llevar, como queriendo esconder esas curvas que se adivinaban entre las anchas ropas que solía usar.
Me reprendí a mi misma por pensar de esa forma. Yo pensaba así de los hombres, tíos musculosos y muy varoniles. Con sus manos grandes y uñas cortas no pequeñas y delicada como las de Ella. Me costaba decir su nombre hasta en el pensamiento porque eso me convertía en otra tipo de persona. Alguien a quien le gustaban las chicas… una lesbiana… ¿una bisexual?
Todo este tiempo había disfrutado de los hombres y el sexo con ellos.
De sus manos grandes sobre mi cuerpo de su peso sobre mí, de su culo y por supuesto, de su polla.
Que jamás me había corrido solo con el mete saca pero tampoco mis amigas lo habían hecho. El núcleo del placer femenino está en el clítoris, y sin tocarlo difícilmente hay orgasmo, Aunque tengo que reconocer que muchos hombre me habían puesto a punto con solo tocar mis puntos débiles: el cuello, los pezones, la zona entre mis muslos sin llegar más allá.
Pero ella… ¡ay ella!, se me secaba la boca solo de imaginarla desnuda y de que me hiciera ese tipo de cosas, o hacérselas yo. Tenía ganas de todo su cuerpo: de palparlo, chuparlo y lamerlo hasta llenarme con todo su sabor. Mi mente estaba pensando en comerse un coño y le parecía bien. ¡Qué digo bien! Lo estaba deseando. Y yo no entendía nada porque jamás me había pasado nada igual con otra mujer. Pero ella era especial. Tenía que admitirlo ante mí misma ne gustaba una chica y estaba completamente avergonzada de ello. Tampoco sabía como acercarme a ella sin parecer una acosadora, ya que yo era su jefa y quizás podía denunciarme a Recursos Humanos. A lo mejor ella era totalmente hetero y se molestaba por mis atenciones.