Cómo duele estar enferma.
Estar enferma y no tener nada que enseñar.
Un rasguño, una herida, una cicatriz, analíticas…
Cómo duele estar enferma de la cabeza.
Sin que una prueba pueda demostrarlo.
Solo médicos que te dicen: estás enferma.
Sólo incapacidades y miedos.
Cómo duele estar enferma y trastornada.
Trastornada es peor que enferma.
Es que no funcionas bien.
Y podrías elegir funcionar correctamente según algunos.
Pero no te da la gana.
Cómo duele estar enferma y seguir.
Seguir adelante cada día con el trastorno.
Levantarme de la cama cada día.
Y no volver hasta que se haga de noche.
Por mucho que el cuerpo te pida descanso de la vida.
Cómo duele estar enferma siempre.
No poder descansar de la enfermedad.
Olvidarte para que te lo recuerden.
Saber que eres menos que otros no enfermos.
Pero que nadie lo sabe, no se nota.
Y te miden con la misma vara que a los demás.
Con todas las dificultades que ha tenido el día.
Pero eso a los demás les da igual.
Cómo duele estar enferma sin cura.
Saber que hagas lo que hagas seguirá dentro de ti.
Que tendrás que luchar cada día, hasta el final.
Desear que el final no esté en tus manos.
Saber que muy probablemente lo estará.
Pensar en el final cada día y tenerlo presente.
Cómo duele estar enferma y parecer sana.
Presentar cada día tu mejor cara y engañar.
Decir que estás bien como acto reflejo.
Reflejar a los demás.
Decir lo que quieren escuchar y guardar el resto.
Porque creen que quieren saberlo.
Pero solo quieren que estés mejor cada día.
Que salgas de esa cosa en la que te has metido.
Cuando esa cosa es tu cabeza, y no puedes salir jamás.
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