Origireto 2019 Julio 1 – No nos hagas esto.
Recorro con mi mirada tu cara en busca de algún gesto que delate tus pensamientos. «No nos hagas esto» pienso. No quiero decirlo en voz alta porque entonces todo se hará realidad. Llevas toda la cena muy callado, demasiado para ser tú. Intuyo que es porque tienes que hacer algo que en realidad no quieres hacer, lo estás postergando.
Para una vez que quedamos en plan «cita» y el momento se está estropeando sin que ninguno de los dos haga por ello. Levantas la vista del plato y te topas con mis ojos, me sonríes pero me dedicas esa sonrisa que guardas para las cámaras, no la de verdad. No aquella que te brota en medio de una frase y no te deja terminar.
Suspiras. Sin querer imitarte lo hago yo también, quizás como un acto reflejo para acompañarte con ese peso que cargan tus hombros y que no quieres compartir.
Suena un pitido lejano y te levantas de la mesa sin siquiera disculparte. A esto hemos llegado. «No nos hagas esto» pienso. No empieces a tratarme como al principio, cuando no había confianza y simplemente éramos dos compañeros de trabajo que a veces incluso se odiaban.
Vuelves con el móvil en la mano escribiendo. Probablemente un mensaje a alguien. Dando instrucciones, tomando decisiones. Parece que nunca podemos alejarnos lo suficiente del mundo para que nos dejen ser nosotros en paz.
―¿Pasa algo? —pregunto.
—Nada nuevo —contestas con tu sonrisa encantadora encajada perfectamente en la cara mientras dejas el teléfono con la pantalla bocabajo sobre la mesa.
—Quizás pueda ayudar… —insisto.
—Ya sabes que nada de política en la mesa —contesta con un gesto algo contrariado.
—Nuestra vida es política —asevero algo cansado.
Cansado de todo. Del día que llevamos, los meses que nos han llevado a este momento, la tensión acumulada… La frialdad con la que me tratas hoy incluso sin estar frente a las cámaras. Me llevo la mano al puente de la nariz y lo masajeo levemente para ver si consigo calmarme en vez de estallar con todo lo que llevo dentro.
Vuelve a vibrar el móvil y sin tan siquiera dudar un segundo o pedir disculpas lo miras. Contestas otro mensaje y lo dejas tranquilamente sobre la mesa. No te das cuenta de que estás creando una burbuja alrededor de ti en la que no me dejas entrar. Que estás separando lo que tanto tiempo nos ha costado unir a pesar de todas las trabas que se nos han puesto en el camino.
Te inclinas sobre la mesa apoyándote en los antebrazos con esa sonrisa ladeada que es capaz de demoler todas y cada una de las barreras que edifico para que no me afecte tanto tu presencia.
Alargas una mano hacia la mía para cogérmela pero antes de que llegues suena de nuevo el teléfono. Harto de ese juego me levanto de la mesa con un arranque de enfado, cojo el maldito cacharro y te lo lanzo al pecho. Soy consciente de que es un gesto violento y que no me ayuda a calmar los ánimos pero no puedo evitarlo. Salgo del salón como un vendaval hacia el baño donde me encierro para poner algo de espacio entre los dos.
«No nos hagas esto» repito mentalmente mientras miro mi reflejo en el espejo. Una parte de mí sabe que te estás comportando fríamente conmigo porque quieres que lo dejemos. Lo he sabido desde que me propusiste el plan para la moción de censura. Ambos sabemos que esto no tiene futuro y que por mucho que lo intentemos habrá un gran elefante en la habitación haciendo que todo sea incómodo para ambos.
Pero no quiero que termine.
Salgo para encontrarte esperándome en el pasillo. Tu mirada es culpable.
—¿Qué pasa? —te pregunto esta vez esperando respuesta.
—He tenido una charla con mis asesores —suspiras— esto que estamos haciendo… yo no…
Levanto la mano y te tapo la boca. No quiero escuchar más. No quiero que lo digas en voz alta. Ya sé que esto tiene que acabar en algún momento pero no ahora, no hoy. Tomas mi mano y me das un beso en la palma que aún mantengo pegada a tu boca para que no hables.
Ya sé lo que pasa. No estoy ciego ni soy tonto. Pero no quiero hacer todo esto ahora. No quiero que rompamos en medio de la cena y que se convierta en otro intento de cita desastrosa, como todas y cada una de las que hemos intentado tener en nuestra relación.
Si es que lo que he habido entre nosotros puede llamarse así.
Alargas los brazos y me estrechas contra ti. Yo no puedo evitarlo y me dejo hacer. Bajas tus labios y me das un pequeño beso en la coronilla.
—Esto tiene que terminar —susurras.
Noto un pinchazo en el pecho. No es de dolor, es un relámpago de ira que me abrasa de la cabeza a los pies. Me deshago del abrazo y te encaro.
—¿Cuál esto? ¿Nosotros? —Estoy furioso— ¿Nosotros aquí y ahora o el nosotros que dejamos que todo el mundo vea por televisión? Dime de qué estás hablando.
Me dirijo como un torbellino de nuevo a la mesa donde me siento de un golpe con los brazos cruzados. Sé que me estoy comportando como un adolescente, pero no puedo evitarlo. Todo estaba marchando genial hasta esos mensajes. ¿Quién habrá decidido destrozar nuestro momento? ¿Quién se cree con derecho a meterse así en nuestras vidas?
—No te pongas así —empiezas a decir con tono de debate— sabías perfectamente que no podía durar.
—Por supuesto que lo sabía, soy plenamente consciente de ello. Pero eso no quiere decir que quiera que ocurra. ¿Acaso tú sí? —le pregunto con un brote de esperanza naciéndome en el pecho.
—Necesito que acabe —dices sin apenas pensar la respuesta, pisoteando mis palabras— cada vez nos afecta más en el trabajo y yo no puedo tomar decisiones importantes si estás tú ahí.
—¿Acaso quieres que deje la política para que tú puedas dedicarte a ella tranquilamente? —Mis ojos hierven de dolor y enfado.
Tú simplemente cierras la boca con un gesto desconcertante y miras hacia el suelo, culpable de nuevo.
—No pensabas negociar nada hoy. No era una excusa para vernos… era trabajo y además era una mentira —murmuro más para mi mismo que para que nadie me escuche, uniendo los puntos que nos han llevado hasta el momento en el que estamos—. Todos creen que vamos a negociar pero no piensas hacerlo. Quieres que desaparezcamos, que te dejemos el camino libre…
—Escucha… —me dices levantando las manos intentando aplacar mi ánimo impetuoso que está a punto de estallar—. Estoy atado de pies y manos, no puedo hacer más. Necesitamos ser fuertes, no podemos parecer ni estar supeditados a vuestras peticiones.
—No va a salir bien, ¿estás loco? ¿Quién te ha metido esta idea en la cabeza? ¡Estás loco!
—Entiendo que sea difícil para ti pero esto es algo que se veía venir.
—¿Qué se veía venir? ¡Por favor, coge unos lápices de colores para dibujarme un esquema porque no entiendo nada de lo que está pasando! —Le espeto con animosidad.
«No nos hagas esto» se repite mi mente una y otra vez.
—Vas a cargártelo todo. Van a remontar, ganarán ellos y entonces no podremos respaldaros, esta vez no.
—¡Esto es culpa tuya por aliarte con cualquiera! —me acusas de repente.
—Ya hemos hablado de eso muchas veces y pensaba que era un asunto zanjado —intento bajar el volumen de mi voz.
—Y zanjado está. Es precisamente por cosas como esa que no podemos negociar.
Ahí está, tu lado político. El lado que sacas cuando no quieres hablar de las cosas con el corazón en la mano, cuando solo eres capaz de ver datos y no personas. Cuando dejamos de ser tú y yo para convertirnos en nuestros partidos.
—Ganaremos las próximas elecciones —dices.
—Ojalá tengas razón —contesto— ojalá no tengas que lamentar estas decisiones que estás tomando, porque no hay marcha atrás. Esto ha terminado.
Y con el corazón pesándome en el pecho me dirijo a la salida, solo.
Gracias a @Hinimen por la idea para el relato 🙂
Relato 12 «No nos hagas esto»
#OrigiReto2019 de Stiby & Katty
OBJETIVO 19 (BÁSATE EN UNA HISTORIA REAL), ESCRITO EN PRESENTE, PRIMERA PERSONA, CONTIENE LÁPICES DE COLORES (11) Y MENSAJE INSTANTÁNEO (13), 1097 PALABRAS.