Estoy sentada en el suelo del baño con la espalda contra la puerta. Ya la he cerrado con el pestillo para que no entre nada ni nadie, pero no puedo escapar de mi mente. No hay escapatoria, los pensamientos siempre están ahí, agazapados, esperando el momento perfecto para saltar. Mi mente quiere matarnos. Está jugando conmigo, lo sé. Quizás las hormonas se han aliado con ella, no estoy segura.
Las hormonas, que gracia que sean ellas las culpables de todo esto, ¿no crees?
Deberían ayudarme a sentir amor por mi bebé, pero no paro de pensar en todo lo que va a cambiar en cuanto nazca, en que ahora que estoy de 37 semanas no hay vuelta atrás.
Me asusto de mis propios pensamientos.
No es que quiera dar vuelta atrás, no quisiera abortar, no quiero hacer daño a este ser que está creciendo dentro de mí, simplemente… tengo miedo.
Estoy aterrada por todo lo que va a cambiar mi vida en cuanto nazca. Me deberé a otra persona, será el punto sobre el que gira mi mundo. Sus necesidades serán superpuestas a las mías.
Todo el mundo me lo recuerda constantemente.
Como si no fuera suficiente el runrun constante de mi mente ametrállandome con ideas, una tras otra. De todo lo que voy a perder. De lo que va a cambiar y jamás será como antes.
Ya lo sabía antes de quedarme embarazada, no soy idiota. Sabía que mi vida cambiaría, y de hecho quería ese cambio. Quería todo lo que significaba ser madre.. Aún a día de hoy lo quiero, pero hay algo más grande que ese querer. Es miedo. Terror.
Estoy muerta de miedo por el parto. No sé cuándo empezará ni cuándo acabará. No tengo ni idea del dolor que puedo llegar a sentir o soportar. ¿Y si algo sale mal? Si te perdiera durante el parto jamás me lo perdonaría.
Me río por lo bajo, como una loca.
Miro a la cuchilla que sostengo con la mano derecha sobre la piel de la muñeca de mi brazo izquierdo. Tengo la valentía suficiente para apretarla contra la carne y cortar, pero eso nos haría daño. Me haría daño a mí y por ende a ti que vas dentro de mí. No te quiero hacer daño pero no soporto esta existencia. No sé si voy a soportar sobrevivir hasta el parto con toda esta mierda en mi cabeza.
A veces pareciera que tuviera un ángel en un hombro y un demonio en el otro, diciéndome frases que se contradicen entre sí. Si el mundo se queda lo suficientemente quieto puedo escucharlos.
Uno quiere que tire esa cuchilla y me cuide, que nos cuide a ambos. Que disfrute del embarazo y del parto, porque es una experiencia única en la vida. Que puede que no tenga más hijos. Y que si los tengo todo será diferente.
El otro quiere que apriete esa cuchilla contra mi piel y corte, que corte con todo lo que me ata a mi bebé. Que rompa ese vínculo antes de que se forme y me atrape en una relación de la que jamás podré escapar o todo el mundo me señalará con el dedo diciendo lo mala madre que soy.
Todos me están observando con lupa.
Esperando a que haga algo mal para regañarme por no cuidar bien del bebé que aún no está fuera de mí. Aunque seamos una persona sola. Aunque todavía no sea madre, ni lo sienta. Ya me ha pasado varias veces con la matrona….
–¿Todo bien? –me pregunta.
–Bueno… –quiero comentarle sobre estos pensamientos que tengo, mis dudas, mis miedos.
–Todas las embarazadas tenéis molestias, te va a doler la espalda, el pecho, el útero, todo es normal. Si tienes diarrea o estás estreñida, si duermes demasiado o si padeces insomnio, es cosa hormonal y no se puede hacer nada más que aguantarse, ¿me entiendes?
–Si, pero… –de verdad quiero hablarle de cómo me siento.
–Llevas 12 kilos subidos, eso es bastante, tienes que cortarte con los antojos y comer sano, si engordas mucho el parto será más difícil y luego te quejarás en el postparto cuando no se vayan los kilos de más que has cogido.
–Bueno, los kilos de más no me importan –consigo decir una frase entera por fin.
–No te importan ahora pero cuando tengas al bebé en brazos y te veas con la barriga de 5 meses no me vengas llorando porque yo ya te lo advertí. Estás subiendo mucho de peso. Toma el informe, vuelve dentro de una semana para monitores.
–Vale, –asiento cogiendo los papeles que me tiende con una mano mientras me levanto pesadamente de la silla– muchas gracias, que pase buen día –digo casi automáticamente por la educación recibida porque en realidad la odio.
Cada vez que intento hablarle a alguien de esto me corta.
Y no me siento cómoda tampoco compartiendo estos pensamientos. Es que no debería tenerlos. No soy una madre normal. Nunca he sido una persona muy normal pero pensaba que el embarazo lo llevaría bien, como todo el mundo. Pero no, tengo que volverme loca y desear cosas que no pueden ser como dar marcha atrás.
Pongo la cuchilla sobre mi piel y hago un pequeño corte, algo superficial. Veo correr la sangre y me asusto. Me da miedo lo que soy capaz de hacer, de hacerme, de hacerte. ¿De verdad nos haría un daño irreparable por miedo?
El miedo es muy poderoso, me tiene atenazada la garganta y se ha instalado en mi corazón que me pesa como si los kilos extra se hubieran instalado ahí. Me cuesta respirar y siento como mis pulmones se hinchan con aire pero es como si me faltara el oxígeno.
Otra vez un maldito ataque de ansiedad. La primera vez me asusté, pensaba que me estaba muriendo, pero ahora me dan tan a menudo que sé que sobrevivo. A duras penas y con un dolor de cabeza bastante grande, pero no me mata. Y no estoy segura de si es mejor así o si quisiera que me matara. Todo es tan difícil.
Y cuando llegues tú, lo será más aún.
Tengo miedo. De mí. Por ti. No creo que sea buena madre. Todo lo que siento no es real, pero tiene consecuencias reales. No sé con quien hablar de todo esto sin que me tache de mala madre o de loca. Esta tristeza que siento, este sentimiento de pérdida… ¿se irá algún día? ¿Cambiará cuando llegues? ¿Volverán las hormonas a su sitio y sentiré ese amor que dicen?
Ojalá… de momento dejo la cuchilla en el cajón, me lavo la gotita de sangre que ha salido y me refresco la cara. Cuando salga de este baño tengo que parecer normal, que nadie se entere de nada.
Relato 1 «Mi mente quiere matarnos»
#OrigiReto2019 de Stiby & Katty
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